Tengo las manos entumecidas por el frío, pero me digo a mi misma que no me importa. El vapor se cuela por mi boca como si buscara escapar de mi, quizás yo también escaparía si pudiese.
El celular no vibra, no suena, nada. Lo miro cada dos minutos, como si tuviese algún tipo de tic irreversible.
Sé que no vas a venir. Sé que soy una estúpida, quizás todavía tengo la niñez y la esperanza metidas adentro mío. Sí, seguro es eso.
Prefiero mentirme a mi misma un poco más, solo un poco. Quizás lo suficiente como para seguirte esperando en las plazas vacías, con el pucho intacto en la mano, esperando que cuando llegues me lo prendas con tu encendedor.
Hoy se acabó, me digo. Ya no vuelvo más. (Seguro la semana que viene la esperanza y la niñez me hacen un motín)
Es tu culpa, mi amor, vos me robaste la inocencia.
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