Dándole aliento a mis sueños, locos, imposibles. Sonriéndo por que a veces no hay razones para sonreír. Tal vez por que me gusta la vida, y me río de ella.
Y no sé por qué, pero siempre me gustó esconder lo que siento detrás de una mentira. Esconderme como una nena de tres años, jugando a las escondidas con sus amigas.
Pero esto ya no es un juego. No hay tablero, ni fichas. Tampoco cartas que dicen "suerte".
La vida no es un juego. Antes puede que lo era.
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