Siento las hojas secas crujir y clavarse en mi espalda, haciéndome cosquillas. Giro sobre el suelo y varias de ellas se quedan enmarañadas en mi pelo. Te reís, rodando junto a mí, y se siente como gloria.
Me sacas una hoja del pelo y susurras un te amo que quiebra el silencio.
Sé que es mentira, pero ya nada me importa. Sonrío y dejo que el “yo también te amo” se escurra de mis labios. En realidad, ni siquiera hubiera hecho falta decirlo.
Lo sabes mejor que yo. Y probablemente te reís de eso a mis espaldas.
Me miras a los ojos y puedo notar tus cejas fruncirse. Estás buscando en mí algún rasgo de ella, como siempre. No lo encontrás y me besás solo para olvidarte de quién soy en verdad.
Una boluda que cae siempre.
Pero sé, y te aseguro, que algún día ya no vas a pensar mas en ella. Ese día voy a ser solo yo.
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