
A veces siento como si fuera a explotar. Sus manos llenas de sal me raspan toda la espalda, intentan deshacerse de esos pensamientos que reconozco que es Imposible
Pero hagan lo que hagan, ella siempre vuelve, con los ojos lagrimosos. Llenos de nada, intentando hacerme doblar la espalda y besarle los pies, que siento que están muy lejos. Muy lejos para poder olvidarla, o para intentar recordarla siquiera.
Acá no se puede ni reír ni llorar y ella, —la que vive dentro mío y me come de a poco—, siempre me dice que no tengo que pensar porque pensar es malo y cuando lo hago ella me obliga a agarrar la primera botella que encuentre y ahogarme en cosas que ni entiendo ni quiero entender.
Y llegan las vomitadas y entonces entre lágrimas acumuladas puedo jurar que por fin la había logrado sacar, hasta que su voz vuelve a retumbar en mi cabeza, haciéndome cosquillas de locura.
Loca porque me río sin razón. Loca porque todo me da vueltas. Loca y re loca, porque me gusta ser así.
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