La mujer cae de rodillas, pero nunca flaquea la cabeza. Se levanta, mira el espejo. Admira la belleza que la energía única le dio, admira sus ojos caramelo, y sale a la calle sabiendo que es hermosa y no tiene nada que perder.
Se topa con la vida a la vuelta de la esquina, le dice que la extraña, se abrazan, se sostienen las manos.
La tipa sabe que la vida es mentirosa, por eso no le pide que le cuente viejas anécdotas. Se ríe con ella un rato, y le da la espalda. Total tiene tiempo para hablarle después.
Cruza la calle sintiendo el aire de verano, pesado y redundante, golpearle el rostro. Tiene los labios carnosos, una sonrisa sensual.
La vida se la queda mirando desde lejos, piensa en que es demasiado perfecta, y comienza a caminar sabiendo que cuando la mujer de ojos caramelo ponga un pie en la otra cuadra, caerá muerta.
“Un desperdicio” Dice en voz alta, mientras enciende un cigarrillo.
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