Tu mano me acaricia, y no puedo evitarlo, me siento una pelotuda.
¿Tus ojos se ven más tristes que la última vez? Tal vez es mi imaginación. Te ves más pálido también, un poco mas desabrido. Es como si yo le hubiese absorbido el color a tu vida.
Tenés la mente plagada de mentiras, creo que ya ni vos sabés lo que decís. (¿Lo sé yo?)
Pero tu boca se abre, una y otra vez, día tras día, y yo caigo como una niña inocente que no tiene idea de la vida.
Sostengo tu calor con mis ojos cerrados. Te sostengo, aferrada a tu espalda, y te digo lo único que me queda por decir.
Quedate un rato más, por favor.
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